Aunque sólo dentro de la novela de Rilke, claro está, que las elucubraciones de este tipo de personajes no creo que fueran un buen desayuno para mi natural sensible y quebrantado; en cuestión de padecimientos a veces los fantasmas de la infancia y las inquietudes del enfermo se digieren mejor asomado a la barrera de Ulsgaard que a la vitalidad real de esos seres literarios que miden su pesada muerte con apremio, terribles e imperiales como un exceso de soberbia.
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Tú haces mi soledad. Solo a tí puedo yo transformar.
Tan pronto eres tú, tan pronto es tu murmullo,
o es un perfume perfecto.
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(Por cierto, ¿no he dicho todavía que la traducción que de esta obra hizo Francisco Ayala para Alianza Editorial me parece sencillamente insuperable?)
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