lunes, 11 de junio de 2007

... me hubiera gustado pronunciar el elogio fúnebre de Marco Aurelio ante el pueblo de Roma

Al estilo Marlon Brando (aunque con más pelo), toga en ristre, brazo alzado y gesto adusto, hubiera recordado sus propias palabras, éso de "la vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella" y demás. Allí al fondo de la plaza un grupo de resentidos empezaría a protestar, pero los haría callar con esa mirada convenientemente ácida y malintencionada con que la naturaleza me ha dotado (al tiempo que con el gesto aprestaría a la guardia pretoriana por si las flys). "Y en verdad os digo [el tono mesiánico siempre viene bien en estos casos] que no odió a sus enemigos...", haría una pausa dramática aquí y añadiría, "... se conformó con no imitarlos". A estas alturas del discurso empezaria a oscurecer y el crepúsculo bañaría mis palabras con esa luz indefinible y nueva que el caso requiere : es el momento de sacar el vino e invitar a todo el mundo a bridar por la augusta memoria de emperador/filósofo.

1 comentario:

MrsUnlucky dijo...

Envidio tu sueño a mi también me habría gustado enunciar unas palabritas para el augusto Marco, pero lo del brindis creo que no honraría mucho al buen estoico, feliz de almorzar higuitos mientras la familia se jambaba unos buenos pescaditos fritos. En fin, que nos alegre el comentario del historiador: cuando murió nadie lloró, porque sabían que estaría con los dioses