lunes, 21 de mayo de 2007

... me hubiera gustado sostener la mano de Jacqueline du Pré, cuando tocó por última vez


¿Hay algo peor que la muerte? Sí..., la lucidez de la pérdida, la consciencia de la desaparición, la certidumbre de la nada. El infinito amor es siempre fuente de dolor, se desea en la medida en que se necesita (¿o se carece?); por ello, nadie debería tener derecho a desposeernos de lo que más queremos..., precisamente por ser nuestro éso que amamos. Esta mujer, que no precisaba más que un trozo de madera y una silla, dos ojos para ver y unas manos para empuñarlo todo, se vió privada de cuanto era toda su vida por una enfermedad (esclerósis múltiple la llaman) con apenas 33 años. Murió con 42 (Casals vivió 97 años, Rostropovich murió a los 80, Tortelier con 76...). Su mano derecha tocaría ese último día seguramente algo menor, íntimo, tan personal como un amor secreto, doloroso e intemporal. Con el silencio, mirándola a los ojos, le hubiera dicho que precisamente la imposibilidad de interpretar lo que sentía era la mejor prueba de su sentido.


1 comentario:

e-catarsis dijo...

Una enfermedad cruel, bueno la verdad es que no creo que ninguna sea piadosa y coincido contigo en que lo más cruel es esa lucidez que comentas.
Buena y dura entrada, me has traído a la memoria algo que no me gusta recordar.