jueves, 10 de mayo de 2007

... me hubiera gustado ser cantante de ópera durante los míticos años 50/60


Y compartir laureles con la Callas, Di Stefano, Christoff, Schwarkopf, Freni, Bastianini, Kraus, Pavarotti, Baker, Caballé, Tebaldi, De los Angeles, Fischer-Dieskau, Souzay, Varady, Pears, Gedda, Fassbaender, Wunderlich, Rysanek, London, Hotter, Corelli, Scotto, Windgassen, Nilsson, Carreras, Ludwig... En fin, ¿para qué seguir? Fueses donde fueses, cualquiera que se tratara la obra que cantabas, te tocaran los compañeros que te tocaran, indefectiblemente, te codeabas siempre con los más grandes. ¡Cómo no ser feliz! ¡La profesión más maravillosa que existe, en el mejor momento..., y encima te pagan! Ay, ay, ay... Todo un canto a la amistad, como el que les pongo aquí de botón de muestra, el "Solenne in quest'ora" de La forza del destino verdiana, en las cualificadas voces de Ettore Bastianini y Carlo Bergonzi. No hay cosa más hermosa de escuchar para antes de acostarse: hace que el día haya merecido la pena. Para que luego digan que no les cuido.
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